Pues no: en ninguna democracia de nuestro entorno se expulsa de su país a un antiguo estadista por un mal comportamiento que no ha sido sancionado por los tribunales. Y es más, cuando media una condena judicial, tampoco. El Palacio del Elíseo no ha sido el templo de la virtud. Allí pernoctó el altivo Giscard, y con él, los polémicos diamantes de sangre que le regaló Bokassa, carnicero acusado hasta de canibalismo, pero al que el presidente galo trataba de ‘hermano y amigo’. Mitterrand practicó el terrorismo de Estado volando un barco de Greenpeace y cursó órdenes de espiar a 150 adversarios políticos. Chirac fue acusado de varios casos de corrupción. La justicia estableció en 1999 que como presidente no podía...
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