Vivimos tiempos de ignorancia. Autosatisfecha. En Universidades, como entre estibadores o políticos. Destruir el legado griego hubiera repugnado hace medio siglo. Hoy, ese legado existe sólo para el puñado de ratones de biblioteca en vías de extinción, entre los cuales me incluyo. En horizontes aún más correctos que el nuestro, ‘cancelar’ esa cultura clásica es mérito para acceder a cátedra. Es lo que ha descubierto un profesor de Princeton en lucha contra el insufrible masculinismo griego y romano. Anticipa, así, el luminoso futuro de un mundo que espero ya no ver. Cuando otro, aún más ingenioso, descubra que ese masculinismo se extiende a todas -digo a todas- las culturas, la gran tarea se habrá consumado: y borraremos el pasado. Todo. Puede...
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