El magisterio es cosa de expertos y cuando se trata de combatir la despoblación ocurre lo mismo. Aquellas personas que están sobre el terreno, aunque no tengan un escaño en el Congreso ni salgan en la televisión, son las que conocen las mejores recetas para que los pueblos condenados a una muerte lenta y solitaria, revivan. Y Armando Soria es uno de ellos. El alcalde de Urriés, un pequeño pueblo zaragozano, obró el milagro. El lugar ha pasado de tener 31 habitantes a que haya 51 en el censo. Sin embargo, Soria le resta importancia. Él piensa que el combate contra la sangría demográfica no debe jugarse en el ámbito cuantitativo, sino en el cualitativo. «La despoblación no es un fenómeno numérico, no es cuestión de tener muchos más habitantes, sino de que los habitantes que tengas estén contentos. Que los que estén no tengan que decirles a sus hijos que se vayan (...) o que se tengan que ir porque allí no tienen opciones», destaca el alcalde, que desde hace años se apoyó en los recursos disponibles en el pueblo para convertirlo en una referencia cultural en la zona. Y lo consiguió. Sus festivales temáticos han conseguido involucrar a los lugareños y el movimiento cultural del pueblo, que se autodefine como «villa cultural y de congresos», ha logrado atraer a nuevos pobladores. Ese fue el salvavidas de Urriés y en los últimos años han llegado cinco familias nuevas y veinteañeros que han dado un nuevo impulso al pueblo. También demuestra, ahora que vienen montañas de dinero desde Europa, que la solución de la España vaciada no pasa por invertir el dinero en canchas de fútbol o en asfaltar calles sin mucho sentido, sino por saber detectar esas pequeñas iniciativas que, aprovechando las potencialidades de cada lugar, pueden llegar a darle la vuelta al pueblo. «Que nos aran las puertas y nos escuchen. Antes de diseñar subvenciones a lo loco desde despachos de Madrid o Zaragoza, que nos escuche a los que estamos aquí», reclama Soria. «En política falta gente que nos mire a los ojos y nos diga por qué se hacen o no las cosas, pero es importantísimo que nos escuchen. Igual fallamos, pero que nos escuchen porque sabemos lo que pasa en cada lugar, que tendrá que buscar una solución distinta», insiste el alcalde. De lo contrario, se caerá en viejos errores y el dinero de los fondos de recuperación pasará como la luz por el cristal. «Tanto si nos echan una mano como si no, saldremos adelante. Pero si pasa lo segundo, sólo saldrá adelante uno de cada diez pueblos», pronostica un alcalde que consiguió lo imposible.
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