«Diablo, fraile loco, libertino charlatán, son algunos de los nombres con que el mundo llama a mi padre, Grigori Efimovich Rasputín. Para mí, era un hombre justo, un santo». María Rasputín era consciente de que pocas personas habían llegado a ejercer un poder tan grande como su padre. «Se convirtió en el hombre más poderoso del más poderoso imperio de la Tierra. La Corte estaba a sus pies y el emperador y la emperatriz buscaban en él guía e inspiración», pero aún en 1971, 55 años después de su muerte, estaba convencida de que Rasputín, «sin corromperse, siguió su camino, sirviendo a Dios y al emperador. Aclamado por sus milagros, adulado y mimado por hermosas mujeres y adorado por los...
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