Después de la victoria de la Operación Balmis, 20.000 intervenciones contra el Covid en 98 días, llegan los rastreadores militares, siguiente capítulo de la serie de éxitos que el Ejército no renuncia a protagonizar en esta pandemia. La titular de Defensa, Margarita Robles, recordaba ayer que las Fuerzas Armadas «son sinónimo de eficacia, una garantía, como todo el mundo ha podido comprobar estos meses atrás». Lo hacía tras la presentación en el Ministerio de los pormenores de esta nueva misión anunciada el martes por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que ya está lista para desplegarse previa petición de las autonomías en términos de reacción rápida. Esto es, los efectivos «que sean necesarios por el tiempo que sea preciso» y en menos de 24 horas. De hecho, Robles dijo que ayer ya estaban «en disposición de incorporarse» allí donde fueran requeridos y su colega de gabinete, el ministro de Sanidad, Salvador Illa, no descartaba a mediodía asignar los primeros equipos antes de que acabara el mismo jueves. Murcia, Comunidad Valenciana, Cantabria y Melilla ya habían expresado su intención de solicitar esta ayuda, dirigida a paliar una de las carencias más peligrosas que están mostrando los territorios, como es la de dotarse de personal suficiente con preparación para averiguar con quién han mantenido contacto cercano los diagnosticados por coronavirus. Y a continuación hacer seguimiento, «obtener la información necesaria para discriminar los posibles casos, calcular cuarentena en función de los datos obtenidos y dar apoyo a las personas afectadas». Justo para lo que se han capacitado en el Ejército, aprovechando además las lecciones aprendidas en la operación Balmis, y que ahora pondrán en práctica en la calle con recursos económicos propios del Ministerio, coste cero para las regiones. Visto el circo de diecisiete pistas en que la Educación ha convertido la vuelta al cole, y a las propias autonomías desafinando en sus medidas anti-Covid, lo de Defensa dio la sensación ayer de un espectáculo de previsión. A saber: desde junio se lleva formando a través del Campus Virtual del Ministerio a estos rastreadores, en su «inmensa, inmensa mayoría, personal sanitario» de los Ejércitos, según destacó la subsecretaria de Defensa, Amparo Valcarce. Son profesionales «seleccionados», con destrezas imprescindibles como su «habilidad social y comunicativa» para empatizar con la población y conocimiento comprobado del virus, de la enfermedad, cuadros clínicos, períodos de incubación e infectivo, factores de riesgo, mecanismos de transmisión, medidas de prevención. Amén del aprendizaje del propio procedimiento de rastreo, formulado dentro del Sistema de Alerta Temprana y Vigilancia Epidemiológica de la Defensa creado durante esta crisis sanitaria. Hay 2.000 rastreadores y si hacen falta más, se formarán. Para recibir los equipos, denominados Unidades de Vigilancia Epidemiológica (UVE), bastará con que a partir de la sola sospecha de un brote o en cualquier fase de la gestión de un foco de Covid, las autonomías se dirijan a Sanidad. Deberán concretar «qué necesitan, para qué, dónde y cómo», -puesto que no es lo mismo «un brote en una residencia, laboral o en un entorno familiar» -, y será ese mismo Ministerio el que determine el número de rastreadores a desplegar. Aunque estos militares estarán en todo caso bajo su mando, en Defensa fueron ayer especialmente cuidadosos a la hora de destacar la vocación de «colaboración» que inspira esta misión, por aquello de salvaguardar las susceptibilidades autonómicas. «Igual espíritu y uniforme de diferentes colores», definió el capitán José Ramón Rey, de la UME, del primer Batallón de Emergencia, listo de nuevo para hacer frente al Covid.
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