El curso de don Bernardito

Los clásicos distinguían entre la «auctoritas» y la «potestas». Si se me permite el símil, el Nuncio de Su Santidad en España, monseñor Bernardito Cleopas Auza, llegó con la «potestas» impoluta, con una acreditada inteligencia teórico-práctica, hábil en el manejo de las relaciones y un no desdeñable apoyo de la Secretaría de Estado. Los marrones con los que se encontró no fueron, y son, menores. Pero a medida que pasan los meses, no solo se consolida su «potestas», sino que se acrecienta su «auctoritas». Sus decisiones, entre ellas los procesos de nombramientos de obispos, se han sustraído a los demonios familiares de la Iglesia en España, las manos negras de las revanchas entre freudianas y generacionales, los amiguismos. Cuando aterrizó en la Avenida de Pío XII estaban vacantes las diócesis de Ciudad Rodrigo, Astorga y Zamora y varios obispos pasados de fecha. En este momento tienen presentada las preceptiva renuncia por edad los obispos de Valladolid, Zaragoza, Burgos, Tarazona, León y Madrid. Se han producido cambios en las diócesis de Huelva y Canarias. Están vacantes Coria-Cáceres, Jerez e Ibiza. En este próximo trimestre presentan la renuncia los arzobispos de Sevilla, Valencia y el obispo ignoto de Salamanca. En el 2021, cumplirán 75 años los de Jaén, Orihuela-Alicante, Barcelona, Gerona, Santiago de Compostela, Sigüenza-Guadalajara, Almería –previsiblemente habrá movimientos antes- y uno de los muchos auxiliares de Valencia. Dejamos a un lado a los obispos auxiliares. Es probable que Zaragoza y León se resuelvan pronto. Este panorama obliga a monseñor Auza, y a su magnífico entorno de consejeros de Nunciatura, a dedicar no pocas horas extras. Durante el periodo de la pandemia demostró que es un trabajador incansable. Ha llenado España de cartas solicitando informes de candidatos al episcopado –algunas sorprendentes-. A esta labor hay que sumar las relaciones con el Reino de España, en tiempos nada fáciles, como se puede comprobar día a día con este Gobierno. Una ingente misión de la que, seguro, monseñor Auza saldrá fortalecido en su «auctoritas». Pero, sobre todo, quien saldrá preparada para el futuro misionero será la Iglesia en España. Un futuro de esperanza.

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