La información que hoy publica ABC sobre el desesperante ritmo de vacunación, y sobre los cálculos que cabe extraer para los próximos meses, es reveladora. La ciudadanía tiene motivos para sentir frustración porque la sobreactuada euforia con la que el Gobierno vendió una primavera esperanzadora hacia un verano con el 70 por ciento de los ciudadanos inmunizados es una absurda utopía. A este ritmo de vacunación, solo un tercio de lo previsto por Moncloa -13 millones de 33- habrá recibido su dosis a finales de verano. Por lo tanto, ni siquiera un tercio de la población total habrá podido ser vacunada para esas fechas, y realmente la inmunidad casi absoluta frente al Covid no llegará como mínimo hasta diciembre de 2022, con más de un año y medio de retraso frente a lo anunciado. A día de hoy, España necesita el triple de dosis semanales para cumplir con el objetivo de que en septiembre siete de cada diez ciudadanos puedan sentirse protegidos, lo cual demuestra que deberíamos triplicar el ritmo de vacunación, algo impensable ahora mismo. En diciembre, Sánchez no habló ni siquiera de verano, sino de tener inmunizados a siete de cada diez españoles en junio para dar por alcanzada la inmunidad de rebaño, y poder iniciar una recuperación turística desde julio que permitiese respirar a todos los sectores económicos. Habló incluso de un plan nacional de vacunación que incluiría 13.000 puntos para la inyección de las dosis, eso sí, ocultando que se corresponden con todos los ambulatorios y centros de atención primaria de nuestra red sanitaria. Sánchez inventó una añagaza propagandística jugando de modo irresponsable con la ilusión del ciudadano. Ayer Sánchez recordó que los españoles están cansados de la pandemia. Correcto. Pero también lo están de sus medias verdades y su enervante abuso de la propaganda. Junio no es septiembre, y ni siquiera así cuadra ningún cálculo. Matizar ahora si el Gobierno quería decir ‘en junio’, ‘en verano’ o ‘a finales de verano’ es una trampa dialéctica para ganar tiempo. El presidente vive instalado en una permanente huida hacia adelante y sigue improvisando a diario distintas versiones de sus mentiras para poder justificarse. Algo muy serio ocurre en España cuando se ha normalizado la mentira con tanta resignación como capacidad de aguante ciudadano. Ayer, la Comunidad de Madrid denunció que la semana que viene dispondrá de 65.000 vacunas menos de las que Sanidad le había prometido. Se desconoce por qué. Es lógico que el Gobierno no sea el culpable de tantos fallos y engaños por la escasa producción de las vacunas, ni tampoco es el responsable del brutal desfase entre las dosis comprometidas por las farmacéuticas y las que realmente llegan a los centros médicos. Pero en ese caso, ¿a qué viene que el Gobierno se comprometa a hacer algo a sabiendas de que no es verdad? ¿A qué viene envolver con pegatinas del Gobierno las cajas de vacunas, como si las fabricase la propia Moncloa? Cuando llegan las vacunas…, campaña de propaganda. Cuando no llegan, solo son fallos de producción ajenos a cualquier responsabilidad de Moncloa. Por eso, y al menos con los datos que hay disponibles hoy, jugar como hace Sánchez con las expectativas de todos, y con plena conciencia de que no se está cumpliendo ningún plazo, resulta frustrante. No hay explicación para que el Gobierno siga propiciando esta espiral de fraude moral porque son vidas lo que está en juego. Y porque un solo día, una sola semana, o un solo mes en esta lucha interminable contra la pandemia siempre será demasiado peso sobre nuestras conciencias.
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