La violencia antisistema, zurda o diestra y de supuesto móvil político, no es un fenómeno ni nuevo ni español. En el arranque de este siglo cobraron gran fuerza las protestas del movimiento antiglobalización, que organizaba sus mayores aquelarres con motivo de las cumbres del G-8. En 2007 hubo una sonada batalla campal en Rostock (Alemania) entre manifestantes contra la pobreza y el cambio climático -ese era el supuesto móvil- y los 13.000 antidisturbios que envió allí Merkel para meterlos en vereda. En las democracias, el Estado ostenta el monopolio de la violencia a fin de defender los derechos y libertades de todos. Por supuesto los policías alemanes repartieron estopa a manta para frenar a las hordas que quemaban las calles...
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