Siento una gran admiración por los periodistas alemanes que escriben artículos en sus periódicos. Primero, porque saben alemán. Me consta que es algo obvio, pero no puedo disimularlo. Cuando me enteré de que mi hija, Calíope, al segundo verano que pasaba en Fráncfort, conversaba en alemán con los colegas de quien sería el padre de sus hijas, aumentó todavía más la alta consideración en que la tenía. Pero aún admitiendo que hasta los niños alemanes, incluso los más torpes, escriben en alemán, no me negarán lo difícil que debe ser escribir un artículo en un diario alemán. Estamos hablando de un país donde el vicepresidente del Gobierno no ha nombrado a su esposa ministra; donde la ministra no ha nombrado...
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