Cuando, allá por 1973, un espectral y extraterrestre David Bowie aparecía en la pantalla cantando aquello de si había vida en Marte, nuestro alien favorito no hacía otra cosa que elevar a la categoría de himno pop una fascinación casi tan antigua como la humanidad y formular en voz alta una pregunta que ya debía acompañar los vistazos nocturnos al cielo de pongamos, la antigua Mesopotamia. «Imagínense el cielo prístino de Babilonia, sin contaminación lumínica, y de repente hay una estrella que se mueve. Y es roja. Es un primer elemento díscolo: un planeta rojo, oxidado y que se asocia al dios de la guerra en casi todas las culturas», explica Juan Insúa, comisario de la exposición ‘Marte. El espejo...
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