«El silencio eterno de los espacios infinitos me aterra», escribía Pascal, matemático y teólogo pasmoso, mediado el siglo XVII. Pero hoy ese silencio es música: la hemos escuchado. Y, en esta música, el estupor nos golpea con aún más desasosiego. Hay veces, no es lo común, en que suceden cosas extraordinarias. Como un ascua olvidada, que agrieta la ceniza de los días. Hay veces en las que eso que irrumpe es tan demasiado extraordinario que ni sabemos verlo. Y en tal ceguera pesa el imperio inerte de nuestras monotonías. Esta vez, ha sido un ruido. Tan sólo. Imprevisto. Latidos hondos en la frontera del silencio, como un timbal destensado, raspaduras difusas, quizá granos de arena que arañan sobre arena. Apenas nada,...
Ver Más
0 Commentaires