En la última década, la Generalitat y los Mossos han ido distanciándose casi al compás de la deriva del nacionalismo conservador, que estos años no ha soltado el timón de la Consejería de Interior. La Policía autonómica ha pasado de ser el orgullo de aquella Convergència de Artur Mas que pactaba con el PP, a verse despreciada por una posconvergencia virada hacia un populismo secesionista con trazas de 'frikismo'. En medio, el divorcio entre el Govern y el Cuerpo tras el desafío separatista del otoño de 2017, unas heridas que no cicatrizan. «Nos sentimos abandonados», coinciden en señalar fuentes sindicales. Han vuelto, con la excusa del encarcelamiento de Hasel, las algaradas a las calles catalanas, y con ellas se ha multiplicado...
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