La empresa gallega de biotecnología Zendal es la designada para poner en circulación dos vacunas contra el coronavirus: la española, auspiciada por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, y la que le ha encomendado la norteamericana Novavax con el objetivo de sumarse al mercado internacional en el que ya se encuentran AstraZeneca, Pfizer o Moderna. Esta doble expectativa ha catapultado a la firma con sede central en Porriño (Pontevedra), que ha visto multiplicarse su negocio gracias a la venta de productos tan populares como el alcohol de limpieza denominado Cooper, cuyo envase de 300 mililitros se puede encontrar en los supermercados de toda España a un precio que oscila entre 1,25 y dos euros. Pero ahora esas instalaciones empiezan a quedarse pequeñas y, cuando comience realmente la producción en serie de una y otra vacuna, serán insuficientes para albergar toda la infraestructura necesaria para continuar creciendo y captar cada vez más cuota de mercado. Mucho más si tenemos en cuenta que ambos encargos se van a superponer en el tiempo y que los límites actuales ponían a los propietarios de la compañía ante el compromiso de querer avanzar y expandirse, pero verse constreñidos por el tope que tienen con las actuales dimensiones. De modo que los planes de expansión ya están en marcha y han dado prioridad a la cercanía geográfica por encima de otro tipo de consideraciones. Así, la nueva planta de Zendal se levantará en la localidad portuguesa de Paredes de Coura, unos 43 kilómetros al suroeste de Porriño. Estamos, por tanto, frente a un caso paradigmático de lo que está ocurriendo en Galicia desde el punto de vista de las dinámicas empresariales. Si damos realce a la vecindad, ¿por qué no reinvertir en una provincia contigua de la región o incluso en el norte de Zamora? Pues por una razón muy sencilla: las ventajas fiscales que ofrece Portugal están en la base de la extensión de esta tendencia. Es la misma razón que explica por qué las inversiones tecnológicas prefieren asentarse en tierras lusas antes que vérselas con el laberinto burocrático tejido por la Administración española. Ahora Zendal fía sus esperanzas de dar un salto a nivel comercial a través de su filial Biofabri, fabricante de los lotes que serán utilizados en las pruebas clínicas para combatir el Covid-19. Las ventas del grupo totalizaron los 44,6 millones de euros en 2019, con un margen de beneficio de 6,7 millones. La meta es, en consecuencia, no permitir que la crisis sanitaria del coronavirus se lleve por delante la firma, más bien al contrario. Esta operación se articula como el fiel retrato de que la cooperación transfronteriza y los negocios ibéricos ganan protagonismo entre Portugal y España en medio del grave contexto actual, aunque el volumen completo se resiente de la caída de la actividad económica. Pero realizar transacciones con el vecino de al lado ahorra costes y se revela como una opción que funciona. Así lo demostró la empresa gallega Aludec, con sede en Vigo y fabricante de componentes de decoración interior y exterior de automóviles, que ha extendido sus tentáculos a la cercana Viana do Castelo, al otro lado de la frontera, e incluso ha iniciado ya la construcción de su nueva planta en el parque de Lanheses. En Extremadura también se afianzan los lazos transfronterizos. Por ejemplo, la portuguesa Barbosa & Almeida (dedicada a la producción y venta de envases de vidrio para la industria de alimentación y bebidas) repartió un extra de 2.000 a 4.000 euros entre los trabajadores de su planta de Villafranca de Barros (Extremadura). Los vínculos comerciales no dejan de crecer. Así, Nzytech es un laboratorio médico centralizado en Lisboa y experto en producir test RNA viral para diagnosticar a pacientes que padecen coronavirus, con resultados en solo 25 minutos… y uno de sus clientes actuales es el Hospital de Getafe, que ha podido comprobar su solvencia. En cuanto a la firma española Miya, se encarga de la gestión «eficiente» del agua en Portugal a través de su filial Indaqua, localizada en Santa María da Feira, 33 kilómetros al sur de Oporto. Se trata, precisamente, de uno de los municipios más afectados por el coronavirus durante los primeros meses, de modo que su función para desinfectar las calles y espacios públicos ha resultado clave. También desarrollan su labor en las localidades circundantes de Vila do Conde, Sao Joao da Madeira y Santo Tirso. Está claro que Galicia toma la delantera en este tipo de negocios y que el norte de Portugal registra una alta concentración de empresas españolas: hasta 32 en los polígonos industriales de Vila Nova da Cerveira, Monçao, Viana do Castelo, Paredes de Coura o Valença do Minho. «Ante las dificultades financieras y de gestión, las empresas (sean portuguesas o españolas) tienden a ser más cooperantes para paliar los efectos negativos de la pandemia», aseguró a ABC Enrique Santos, presidente de la Cámara de Comercio Luso-Española.
0 Commentaires