Pese a la edad que figuró en su esquela, Emilia Pardo Bazán no había cumplido aún los 70 años cuando le sorprendió la muerte. «El domingo se sintió algo indispuesta, pero no le dio importancia, por tratarse, aparentemente, de un simple constipado», contaba ABC, pero su salud se agravó por la diabetes que padecía y el jueves 12 de mayo de 1921, a las doce de la mañana, la ilustre escritora fallecía en el palacete de Pozas de Madrid, en la calle de la Princesa, donde residía desde 1915. Días antes, la condesa de Pardo Bazán había enviado a la redacción el artículo que debía publicarse en la segunda quincena del mes. «Ya que por el propósito de erigirle otro monumento en Madrid (el primero álzase en Cabra, villa natal de D. Juan Valera), ha venido a ser de actualidad el autor de ‘Pepita Jiménez’, recordémosle, sin entrar en el análisis detenido de sus obras, aquí imposible», comenzaba el texto sobre «El aprendiz de helenista» que la autora de «Los pazos de Ulloa» remitió al diario antes de enfermar. Al día siguiente de su muerte, ABC publicó el escrito, el último artículo de Pardo Bazán que vio la luz en España, con un sentido encabezamiento: «Nos honramos publicando el último artículo escrito por nuestra insigne colaboradora, quien al escribirlo hace muy pocos días, no pudo imaginar que sería su obra póstuma». Pardo Bazán desplegó su talento ante la figura de Juan Valera, «un «clásico» que habla «como todo aquel que maneja y domina un idioma enriqueciéndolo y un clasicista, es más, el último clasicista, sino el último humanista». Esas fueron las últimas palabras que firmaría esta prolífica autora en la prensa española.
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