Edificio de la Escuela de Minas: ¡quién te vio y quién te ve!

El magno edificio de la Escuela de Ingenieros de Minas y Energía, en el número 21 de la calle de Ríos Rosas, es hoy un palmario ejemplo de la decrepitud del Estado, incapaz de mantener en todo su esplendor el numeroso y envidiable patrimonio histórico material e inmaterial que atesoran sus siglos. Construido entre 1884 y 1893 por Ricardo Velázquez Bosco, uno de los grandes arquitectos españoles (Burgos, 21 de marzo de 1843-Madrid, 31 de julio de 1923) y que tuvo como alumnos nada menos que a Antonio Palacios Ramilo y a Aníbal González Álvarez-Ossorio, la Escuela de Ingenieros de Minas es uno de los cuatro egregios inmuebles que levantó Velázquez Bosco en Madrid, junto al Palacio de Velázquez y el Palacio de Cristal, en el Retiro, y el Palacio de Fomento, hoy Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, en la Plaza del Emperador Carlos V. Todos tienen ese estilo personal y a la vez de trabajo en equipo que imprimió a unas obras que levantaba con la colaboración de grandes menestrales y artistas: herreros, carpinteros, ceramistas, pintores y escultores, que las decoraban en el interior y exterior del edificio, combinando armónicamente hierro, madera, vidrio, piedra, ladrillo y bronce, hasta ofrecer una imagen final bella y singular. Los torreones en las cuatro esquinas se construyeron a comienzos del siglo XX y poco después, a la par que se urbanizaba la calle bautizada en 1880 en honor de Antonio de los Ríos y Rosas, ministro de Gobernación y florido orador, jurista y político malagueño (Ronda, 16 de marzo de 1812-Madrid, 3 de noviembre de 1873), fue colocada la actual verja que rodea la Escuela, restaurada por última vez en la década de 1980. Pues bien, en una demostración más de desidia la bella Escuela de Ingenieros de Minas es hoy un edificio herido que tiene elementos de sus fachadas envueltos en mallas acrílicas para evitar que el desprendimiento de cornisas, capiteles, gárgolas, metopas y otros componentes hieran en su caída a estudiantes o transeúntes, y en el precioso jardín con palmeras que circunda y separa este inmueble de su contiguo en el número 23, el también singular y necesitado de un lavado de cara Instituto Geológico y Minero de España, permanecen tres barracones de obra que hace años sirvieron de aulas mientras se realizaban mejoras en el tercer edificio, el dedicado a clases y cátedras de empresa, con fachada y entrada por el número 32 de Cristóbal Bordiú, y que ahora son almacén, afean el conjunto y tapan desde la calle Ríos Rosas el singular castillete que perteneció al pozo Mirador, situado en la boca de la Mina Experimental Marcelo Jorissen, que se levantó en 1963 para fines didácticos, tras excavar y reproducir bajo el solar una galería de 50 metros y un pozo de una mina de carbón de 18 metros de profundidad. La Escuela tiene previsto realizar un acceso a la mina para minusválidos donde están las casetas, momento propicio, esperemos que no se eternice, para que desaparezcan los adefesios. La Escuela de Minas tuvo su origen en la Academia de Minas, fundada en 1777 durante el reinado de Carlos III en Almadén (Ciudad Real). En 1835 fue trasladada a Madrid y pasó por varios locales de alquiler, hasta que medio siglo después, en 1893, pudo instalarse en su propia sede de Ríos Rosas, 21, calle trazada para unir Bravo Murillo con el Paseo de la Castellana, en el lado opuesto a la zona denominada Altos del Hipódromo o Cerros del Viento, y después bautizada por Juan Ramón Jiménez como Colina de los Chopos. Ni el Ayuntamiento de Madrid, competente en materia urbanística; ni la Escuela de Ingenieros de Minas y Energía, con su responsable al frente, ni el inexistente Ministerio de Universidades, a cargo de un atrabiliario personaje, han hecho nada por remediar esta lamentable situación que afecta a dos de los tres edificios más singulares que jalonan la calle de Ríos Rosas, además del Palacio de Santa Coloma, Cancillería Consular de la Embajada de Italia en Madrid, levantado en la manzana Ríos Rosas-Agustín de Betancourt- Cristóbal Bordiú-Modesto Lafuente, que también alberga en su parcela el Liceo Italiano y dependencias auxiliares del complejo. El Paseante en Cortes y millones de amantes de la estética y la armonía lo agradecerán.

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