No suele hablar de su vida privada y apenas concede entrevistas pero, después de más de cincuenta años de carrera, todo el mundo cree conocer a Woody Allen. Escultor de constantes réplicas de sí mismo, el director ha ido construyendo a lo largo de su carrera un arquetipo de su persona, de lo que fue o de lo que le gustaría haber sido. Personajes neuróticos, con gusto por las mujeres jóvenes y con tendencia a sentarse en el diván de los psiquiatras, caminan por el Manhattan de su filmografía, dificultando la tarea de diferenciar al Allen real, al menos la configuración que el público tiene de él, del ficticio. Y, sin embargo, el personaje que más se parece al director...
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