«Aquí no hay quien viva», ¿la mejor serie española?

El tiempo es relativo, pero, como asegura Laura Caballero, ha llovido mucho desde que se escuchaba la sintonía -«aquí no hay quien viva, aquí no/aquí no»- una vez a la semana en las televisiones españolas: «Han pasado 17 años desde que estrenamos “Aquí no hay quien viva”. Y no, no parece que fue ayer. Fue hace un huevo». Reunía a millones de personas ante la pantalla y, durante apenas tres años, Alberto Caballero (junto a Iñaki Ariztimuño y otros cuantos guionistas, entre los que también estaba su hermana Laura) ofreció a la población española un espejo en el que reírse. «A nosotros nos dio más de un quebradero de cabeza porque antes se trabajaba de una manera distinta. Llegamos a entregar algún que otro capítulo solo cinco minutos antes de la emisión. Vamos, que se lo dábamos a un repartidor que lo llevaba rápidamente en moto y ni lo veía nadie antes de emitir ni nada. Igualito que ahora...», recordó Alberto Caballero a ABC en la presentación de «El Pueblo». La tecnología ha avanzado y la gestión de los contenidos que van en antena, también. El atípico género, que bien podría denominarse como «comedia a la sociedad a base de criticar al vecino», sigue vivo gracias a sus creadores y a «La que se avecina», que se mantiene como uno de los principales reclamos en prime time; sin embargo, el espíritu de «Aquí no hay quien viva» ha pervivido. Es, como dicen los entendidos, una ficción con buen envejecimiento; es decir, es una serie que se sigue viendo años después de su estreno y con que la que uno, a veces de forma inconsciente, se ríe. Unos personajes actuales Es difícil olvidarse de algunos de sus personajes. Si alguien llevaba más peso emocional en esa ficción era Emilio (Fernando Tejero). Este conserje parecía haberse convertido en el hazmerreír de España. Sin embargo, capítulo a capítulo se transformó en un personaje tan complejo que permitía que cualquiera se identificase o empatizase con alguno de sus aspectos. Aquí no hay quien viva Quien no estaba frustrado con el trabajo, tenía una familia un poco complicada (o un padre dependiente, que se llamaba Mariano y a quien daba vida el carismático Eduardo Gómez). O tenía mal de amores. O no contaba con unos amigos a la altura. Pero, ¿qué no le pasaba a Emilio? Por suerte tenía siempre a su Consejo de sabios de «Aquí no hay quien viva», compuesto por un niño (José Miguel, interpretado por Eduardo García), un pardillo (Paco, Guillermo Ortega) y un pihippie (Pablo, Elio González). Ese espíritu siguió vivo en «La que se avecina», la secuela no reconocida, gracias a los leones de Montenipar, con un pobre Javier Maroto que bien parece haber heredado las desgracias de Emilio. Otra gran protagonista de Desengaño, 21 fue Belén (Malena Alterio). Esa chica comenzó siendo «la fea del edificio» por estereotipos casposos de la época y por tener como compañera de piso al bellezón de la comunidad: Alicia. Ojalá no me tenga que comparar nunca con Laura Pamplona porque puedo decir sin miedo a equivocarme que su físico provocó más de un complejo en las adolescentes de la época. Pero, volviendo a lo importante, con Belén el espectador vivió la crisis de los treinta, las dudas sobre el estilo de vida preestablecido y la necesidad de la aprobación externa porque «para eso habíamos nacido las mujeres». Amor más allá del rellano No todas las parejas fueron tan disparatadas como la de Emilio y Belén. La pija, Lucía (María Adánez), y Roberto (Daniel Guzmán) mostraron otro tipo de relación, una en la que ella lleva los pantalones. Algo que parece que aprendieron Lola y Javi, o la Paca y Fermín. Y menos mal, porque «La que se avecina» necesitaba algo que contrarrestara el peso de los Cuquis. Entre risas y salami, ambos sacaron lo peor de sí, se hundieron mutuamente para conseguir después renacer de sus cenizas. Eso sí, en ese proceso hubo también muchas risas. Para pareja las que José Luis Gil ha formado. En «Aquí no hay quien viva» le tocó sufrir a Paloma (Loles León) y luego intentar redimirse con «la hierbas», Isabel (Isabel Ordaz). El actor zaragozano provocó alguna conversación incómoda en los hogares españoles cuando Marta (Assumpta Serna), la presidenta de la comunidad de vecinos del bloque de atrás, se cuela en su vida e intenta por seducirle todos los medios. Visibilización «Aquí no hay quien viva» mostró todo tipo de familias: convencionales, de padres separados, madres y padres solteros, pero también realizó un gran ejercicio de visibilización para el colectivo LGTBI. Nos enamoramos de Mauri (Luis Merlo) y Fernando (Adrià Collado), tuvimos nuestras dudas con el personaje de Mariano Almeida y aprendimos a ligar con Bea (Eva Isanta). Pero no podemos terminar este repaso sin mencionar a Nacho Guerreros, quien consiguió esconder su ingenio tras José María y provocar más de una carcajadas a cualquiera que se le acercaba. Ni olvidarnos de Radio Patio, otra forma divertida y gamberra de ver a las abuelas de España. Una secuela no reconocida «La que se avecina», además de compartir creadores y guionistas, comparte inquietudes con «Aquí no hay quien viva». «Es un espejo deformado en el que mirar a la sociedad actual para ser críticos y para reírse», reconocío Caballero en la presentación de la última temporada de «LQSA». Hay quien puede pensar que la de Telecinco ha cosechado más éxito que la actual. Cuenta con once temporadas (frente a las tres de «ANHQV») y cuenta con, como bromea su creador, con un canal temático: FdF. Solo durante el mes de octubre, según datos facilitados por Alberto Caballero, se emitieron 181 repeticiones (casi seis al día) en el citado canal. Estas han contado con 1.488.000 espectadores diarios; es decir, 12.422.000 televidentes cada semana o 46.155.000 si se computa el mes entero. Sin embargo, «ANHQV» ya vivió y vive algo parecido con los canales secundarios de Atresplayer, donde puedes encontrarte cualquiera de sus capítulos si tienes un poco de suerte al hacer záping. 17 años después no se puede decir si «Aquí no hay quien viva» es la mejor serie española. Hay otras ficciones con una calidad y unos recursos abrumadores; sin embargo, sí que se puede afirmar, sin miedo a equivocarse, que esta ficción marcó una época y casi veinte años después su crítica social y política sigue igual de vigente, y eso es algo muy difícil de igualar.

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