«¿Quién se deja todas las luces, la documentación, el móvil y hasta el televisor encendido si no tiene pensado volver en unos minutos?». La pregunta la lanza al aire y a cualquiera que se interese Emilia Chavero desde hace cuatro años y casi dos meses. Es la hermana de Manuela Chavero, que desapareció en la madrugada del 4 al 5 de julio de 2016 en su casa de Monesterio (Badajoz). Tenía 42 años, dos hijos que estaban con su exmarido y ningún problema destacable. Desde entonces la Guardia Civil -Policía Judicial de Badajoz y los mejores especialistas de la UCO- no han dejado de buscarla. A ella y a quien supuestamente la citó con engaño. Esta mañana, agentes de Policía Científica volverán a realizar una inspección ocular en la casa de la que Manuela salió con intención de volver -esa es no solo la hipótesis de su hermana, sino también la de los investigadores-. Los motivos para esta nueva diligencia -ya se peinó la vivienda exhaustivamente en varias ocasiones- no han trascendido después de que la Guardia Civil haya tenido a varios sospechosos en su radar durante los últimos cuatro años. Algunos ya fueron descartados. Según ha podido saber ABC, en función de esa diligencia no se descarta llevar a cabo otra complementaria: un rastreo selectivo por los montes que hay alrededor de Monesterio, de unos 4.000 habitantes, un pueblo que no ha dejado de apoyar a esta familia. A Manuela Chavero, sin fisuras en su vida, se la buscó en el campo con intensas batidas, no solo en el término municipal de Monesterio, sino en los aledaños, con helicópteros, drones y perros. Se han rastreado pozos y cuevas, depósitos de agua e incluso los especialistas del GEAS se sumergieron en el pantano de Tentudía. No se ha hallado ni un solo rastro. Cada año su familia la ha recordado con una concentración en Monesterio a la que han asistido el presidente de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, políticos de la comunidad y del Ayuntamiento, responsables de la investigación, familiares de otros desaparecidos y muchos vecinos. La investigación sigue abierta judicialmente y no hay ningún imputado. El Grupo de Personas de la UCO (Unidad Central Operativa) de la Guardia Civil no ha dejado de trabajar en busca de respuestas. «Es nuestro caso prioritario y uno de los más difíciles que hemos tenido», aseguraba a ABC uno de sus responsables al cumplirse tres años de la desaparición. Los investigadores después de cientos de pesquisas están centrados en tres líneas, sobre las que no aportan detalles. En este tiempo se han barajado hasta una decena. La manida frase «como si se la hubiera tragado la tierra» parece más real que nunca en el caso de Manoli, como se la conoce. Pero por más tierra que se ha batido, pozos que se han sondeado, e incluso pantanos en los que se han sumergido los especialistas, no se ha hallado ni rastro. Aquella noche de julio Manuela, separada y madre de dos hijos, estaba sola en su casa, una vivienda unifamiliar apartada del centro de Monesterio. Los niños pasaban unos días con su padre en Sevilla. Manuela, en pijama, veía la televisión y wasapeaba con un veinteañero del pueblo con el que se veía de vez en cuando. -¿Qué pasa, que ya no te acuerdas de mí?, le escribió ella. -Sí, pero estoy aquí muy liado (...) Siempre te tengo en mi pensamiento. -¿Dónde andas? -Trabajando, cansado. -¿Nos podemos ver esta noche? -Esta noche no. Me voy para casa porque me duele mucho la rodilla. -Jajaja. Fue la última persona con la que mantuvo una conversación. El último mensaje es de las 1.55 de la madrugada. Entre esa hora y antes de las tres, según los indicios, alguien llamó a la puerta. Los investigadores creen que Manuela conocía a esa persona. A partir de ahí, la bruma envuelve todo lo demás. El teléfono con el que acababa de enviarse esos mensajes lo dejó sobre la mesa, junto a las llaves y su documentación. No llegó a apagar la televisión y las luces también se quedaron encendidas. La Guardia Civil está convencida de que se la llevaron a la fuerza. Quién y dónde son las dos preguntas que siguen sin respuesta. A la mañana siguiente había quedado, primero con su hermana para cambiar una ropa de sus hijos y luego con una amiga que la iba a acompañar a Zafra en busca de un abogado. Esa semana tenía un juicio donde se iban a repartir las propiedades de la pareja. Su hermano y una amiga entraron en la casa sorprendidos de que no respondiera al teléfono. Manoli no tenía deudas de juego, no traficaba con drogas, no había nada extraño en su vida, no robaron en su casa, lo que provocó que se fueran descartando múltiples líneas de investigación y se centraran en un móvil de tipo personal. Su exmarido fue investigado durante un año y medio. Es la persona en torno a la que se han realizado más averiguaciones, pero sin resultados. El veinteañero con el que mantenía una relación ha sido otro de los focos de atención. Los tres coches de su familia fueron registrados; tampoco ayudaron a avanzar en el caso. Se han revisado miles de cámaras, centenares de teléfonos que se pudieron conectar a esas horas con el repetidor de telefonía que da cobertura no solo al pueblo sino a una zona de varios kilómetros, se ha tomado declaración a decenas de personas. «Se está haciendo un esfuerzo técnico enorme sin escatimar», insisten desde la UCO. Su hermana Emilia Chavero está convencida de dos cosas: que quien está detrás de la desaparición conocía sus rutinas y sabía que esa noche estaba sola y de que la UCO va a resolver el enigma. «Ya mismo vamos a saber quién se la llevó. Confío en un final feliz», asegura. Los cuatro años no han mermado la esperanza. Hoy de nuevo aguarda noticias, inquieta por la nueva búsqueda.
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