El equilibrio de las cuentas públicas es y será un quebradero de cabeza para España. Déficit y deuda públicos caminan hacia niveles históricos ya este 2020. Lo sabe el Banco de España, la Airef, la Comisión Europea, el FMI y el propio Gobierno. En consecuencia, el desajuste presupuestario ha de financiarse de alguna manera y ahí, en época de crisis, es donde más escasean los inversores. Pero hay dos agentes que no fallan en las etapas más convulsas: la banca y el Banco Central Europeo (BCE). El Tesoro Público pone negro sobre blanco respecto a quién ha asumido el incremento de la deuda pública española en los primeros meses de la pandemia. Con datos desagregados por tenedores, aunque solo están disponibles hasta cierre de mayo, se desprende que el endeudamiento del Estado -letras, bonos, obligaciones...- se ha incrementado en 57.450 millones de euros. De ese incremento, más del 58% de la cuantía ha terminado en manos de la banca. Es decir, buena parte del gasto ocasionado por la pandemia ha estado financiado por las entidades financieras vía deuda. Concretamente, de febrero a mayo han aumentado su tenencia de pasivo del Estado en 33.442 millones. El Banco de España (BCE, en definitiva) es el otro agente que más ha incrementado su posición en la deuda española. Lo ha hecho en 30.772 millones hasta mayo. Aun así, tomando las últimas cifras del BCE, la institución ha comprado ya 46.111 millones en deuda solamente al amparo de su programa de emergencia frente al Covid (PEPP) entre marzo y julio. La respuesta del banco central es el «whatever it takes» (hacer lo que sea necesario) que diría el expresidente de la entidad Mario Draghi. Christine Lagarde, su actual dirigente, transmitió más pronto que tarde un mensaje similar al anunciar en dos tandas una inyección de dinero en la Eurozona de 1,35 billones hasta al menos 2022, contando la reinversión de los vencimientos. Sin embargo, el apoyo financiero del BCE va más allá de ayudar a los países de la zona euro; la banca también recibe su pellizco... y ahí está la razón de su apuesta por la deuda pública. El Banco Central Europeo está prestando dinero a las entidades a tipos negativos que pueden llegar al 1%, es decir, que la banca cobra por recibir ese capital, aunque tiene que moverlo, no puede dejarlo parado. La deuda española se coloca a rentabilidades muy bajas o negativas en ciertos tipos, pero sigue siendo rentable en estas condiciones para el sector financiero. «Aunque los tipos de la deuda pública son negativos, en valor absoluto son menores que el tipo negativo al que el BCE presta a los bancos. Este ultimo puede llegar al -1%, por lo que la diferencia respecto al menor tipo de la deuda es un beneficio. En otras palabras, el BCE paga a los bancos mas que lo que estos pagan al Estado. Es lo que se conoce como ‘‘carry trade’’», explica Joaquín Maudos, director adjunto del Ivie y catedrático de Economía de la Universidad de Valencia. En este sentido, el economista Carmelo Tajadura ahonda en que esto es un colchón ante los bajos niveles de rentabilidad de la banca y que «invertir en deuda no consume capital». Operación redonda y sin riesgo, como señalan ambos expertos. Exceso de liquidez Desde el sector no esconden tampoco sus intenciones con este movimiento. Fuentes financieras explican que apostar por deuda es una manera de invertir el exceso de liquidez que les regala prácticamente el BCE y sacar un rendimiento asegurado. El gremio conoce sus limitaciones en cuanto a rentabilidad, pero el sentido de este «modus operandi» va más allá. Los bancos -dicen las mismas fuentes- quieren «arrimar el hombro» en una situación de necesidad como la actual. Si no financian ellos el endeudamiento del Estado, quién lo hará, se preguntan. Una pregunta que hasta la crisis del Covid encontraba respuesta en el capital extranjero, pero que ahora ha cambiado. Los no residentes llegaron a tener en su poder un 50,35% de la deuda del Estado, según datos del Tesoro Público, en el mes de febrero. Con el paso de los meses han reducido su peso en casi 3,5 puntos porcentuales sobre el total del pasivo. En este caso, los expertos apuntan a que el atractivo de las letras y bonos españoles es cada vez menor por el bajo retorno que reportan y la incertidumbre política y económica. Ante ello, los inversores foráneos optan por otra clase de activos con mayor rendimiento: renta variable, deuda corporativa... Fuentes financieras señalan que en el corto plazo los bancos van a seguir con su estrategia de compra, como ocurrió en la última crisis de deuda en 2011-2012 impulsados también por los programas del BCE. Ataques a la banca La posición que ha tomado la banca en cuanto a la deuda pública contrasta con los ataques que parte del Gobierno viene dedicando al sector en los últimos dos años. Especialmente desde Unidas Podemos. Unos dan y otros reciben el golpe. Con la llegada de Pedro Sánchez a La Moncloa y la irrupción de la formación de Pablo Iglesias en el Ejecutivo la postura se ha endurecido por momentos. Aunque las relaciones banca-Gobierno actualmente van por buen camino y son de colaboración mutua, en la memoria están los múltiples intentos de Iglesias -también de otros socialistas como la portavoz María Jesús Montero- de aumentar los impuestos al sector financiero. A la vista están tributos de nueva creación como el relativo a las transacciones financieras o el tipo mínimo en el Impuesto de Sociedades. De momento las amenazas de más gravámenes han quedado aparcadas por la pandemia pero las intenciones a medio plazo son las mismas. Sin embargo, también ha habido estos meses momentos de halagos cruzados entre el Ejecutivo y la banca. El último, el de la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, en sede parlamentaria agradeciendo a las entidades financieras su esfuerzo en esta crisis adelantando, por ejemplo, el dinero de los ERTE.
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