El sabotaje ha sido siempre uno de los principales cometidos de cualquier servicio de inteligencia, además de otras tareas como el acopio de información o la eliminación física de elementos indeseables, bien por su peligrosidad, por constituir un obstáculo relevante o por simple venganza. Rusia, como cualquier otra gran potencia, tiene una abultada experiencia en la creación de este tipo de estructuras. La Rusia zarista tuvo sus espías y agentes de la inteligencia militar, la temible Ojrana, pero fue con la aparición de la Unión Soviética cuando los servicios secretos adquirieron la configuración que el Estado requirió durante las dos conflagraciones mundiales del siglo XX y la Guerra Fría. Félix Dzerzhinski fundó en diciembre de 1917, poco después de la Revolución Bolchevique, la VChK (Comisión Extraordinaria de toda Rusia), la tristemente famosa Cheká o Checa, como se la conoció en España. Este órgano fue el ancestro del NKVD estalinista (Comité Popular de Interior) y del KGB (Comité de Seguridad del Estado), que surgió en 1954. Eran más bien policías que actuaban en el ámbito de la represión política, en la lucha contra el desviacionismo y la disidencia, aunque realizaban también misiones de inteligencia. Pero lo que fue una organización genuinamente creada para la lucha en el terreno militar, en operaciones de reconocimiento, contraespionaje y sabotaje, fue el GRU (Mando Central de Inteligencia), aparecido en 1918 en el seno del Ejército Rojo. Hoy día sigue llamándose GRU aunque su nombre oficial desde 2010 es Dirección General del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Rusia. Misión en Crimea Su existencia había pasado casi desapercibida, al menos para el gran público, durante mucho tiempo. Y eso que el GRU jugó un papel fundamental en la última guerra chechena, la que coincidió con la llegada al poder de Vladímir Putin, que fue agente del KGB. En Georgia, en agosto de 2008, el GRU también desplegó sus efectivos y, sobre todo, en 2014 en Crimea, que terminó siendo anexionada. En la región de Donbass, en el este de Ucrania, en donde Moscú sigue apoyando el levantamiento armado de los separatistas contra el Gobierno de Kiev, el GRU organizó todo el operativo de envío de armas, dinero y diseño de la táctica de combate. Precisamente en Ucrania, el GRU se consolidó como el principal instrumento de la guerra híbrida lanzada por Putin. Así figura en las investigaciones llevadas a cabo por diversos servicios secretos occidentales citados por publicaciones como The New York Times y, más ampliamente, por la publicación The Insider y la web independiente Bellingcat, que ha hecho además importantes indagaciones en relación con el derribo del vuelo MH17 en Donbass, el 17 de julio de 2014. Aquella catástrofe acabó con la vida de 298 personas. Todo lo que sucedió en Ucrania en 2014 enconó la relación entre Moscú y Occidente, provocó un aluvión de sanciones y Rusia fue expulsada del G-8, el grupo de países punteros del planeta. Fue a partir de ese momento cuando parece que el GRU intensificó su actividad, pero cometiendo al mismo tiempo errores que han permitido seguir su estela. Similitudes Según las pesquisas llevadas a cabo por The Insider, Bellingcat y la revista alemana Der Spiegel, el GRU estaría detrás del envenenamiento del traficante de armas búlgaro Emilián Guébrev, en 2015, con una sustancia parecida al compuesto químico Novichok, sintetizado en la época soviética para uso militar. Novichok fue, según las autoridades británicas, el veneno que utilizaron en Salisbury, en marzo de 2018, Anatoli Chepiga, Alexánder Mishkin y Denís Serguéyev, oficiales pertenecientes a uno de los grupos operativos del GRU, en el intento de asesinato de Serguéi Skripal. Era éste un antiguo agente del GRU al que Putin consideraba un «traidor». Julia, la hija de Skripal, también resultó gravemente intoxicada. De ahí que sobre el GRU recaigan ahora las sospechas de haber atentado contra Alexéi Navalni, el principal líder opositor ruso y azote del Kremlin por su duras críticas y revelaciones sobre la corrupción reinante en el país. Los médicos de la Clínica Charité de Berlín, en donde está ingresado Navalni, han solicitado los informes sobre lo sucedido con Guébrev, ya que observan similitudes entre ambos envenenamientos. Hillary Clinton y los CDR separatistas Al GRU se le atribuyen también toda una serie de ataques cibernéticos contra la sede del Partido Demócrata de EEUU, entre ellos el pirateo de los correos de la candidata a las elecciones de 2016, Hillary Clinton, contra numerosas empresas mundiales, en 2017, con el virus NotPetyaб y contra la Organización para la Prohibición de Armas Químicas (OPAQ). El antiguo director del GRU, el general Ígor Kórobov, fallecido hace dos años, fue sancionado por Washington por toda la cadena de fechorías. Por su parte, el juez Manuel García Castellón investigó la actividad de la unidad 29155 del GRU, supuestamente vinculada a operaciones llevadas a cabo en Europa, por su presunta implicación en muchas acciones violentas de los CDR convocadas por Tsunami Democràtic en Cataluña con motivo del referéndum ilegal del 1-O de 2017. Se sospecha que lo organizó Serguéyev, uno de los tres agentes del GRU que participaron en el ataque contra Skripal. Los mercenarios del grupo Wagner, el apéndice ilegal de la organización La llamada Compañía Militar Privada (ChVK en sus siglas en ruso) Wagner apareció, según distintas informaciones, en el este separatista de Ucrania, en 2014, a raíz de la anexión de Crimea y en el marco de la «guerra híbrida» desencadenada por el Kremlin contra Kiev. El financiador del proyecto fue el magnate ruso, Evgueni Prigozhin, conocido como «el cocinero de Putin», pero el creador y jefe de la unidad es Dmitri Utkin, antiguo comandante en jefe del destacamento de fuerzas especiales número 700 de una de las brigadas del GRU. Fue condecorado por el presidente Vladímir Putin. Tras su soterrada y destructiva actividad en Ucrania, los Wagner fueron empleados en Siria y ahora también en Libia, Sudan y la República Centroafricana, en donde la oposición al Kremlin les acusa de haber asesinado a tres periodistas rusos en 2018. Estados Unidos denunció también la presencia de estos mercenarios en Venezuela. Algunas publicaciones sitúan el cuartel general de los Wagner en la localidad de Mólkino, situada a unos kilómetros al sur de la ciudad de Krasnodar. Allí está también acuartelada la brigada número 10 de fuerzas especiales del GRU. Pero, según las autoridades rusas, los Wagner prácticamente no existen oficialmente. No están en ninguna parte y, aunque el Gobierno ruso admite y ampara la existencia de compañías privadas de seguridad, el país carece de una legislación que regule la creación y el funcionamiento de fuerzas constituidas por mercenarios.
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