Acabó en todo lo alto el sexto episodio de 'La isla de las tentaciones', como el mejor de los culebrones, como aquel capítulo de 'Dallas' en que dispararon a JR que emitieron cuando Sandra Barneda era niña y los habitantes de las villas no habían nacido. Siguiendo en modo nostalgia, para Diego todo esto fue más bien como la muerte de Chanquete. Un golpe seco, duro, como esos que reparte él en el kickboxing, deporte del que fue campeón. Había perdonado la traición de su novia con Simone, había decidido que «pelillos a la mar», o sea, que las aguas volviesen a su cauce con Lola. Pero a esas alturas desconocía que la ración de cuernos era doble. Vamos con el uno a uno de la noche. Lola y Diego: un secreto al descubierto Al principio del episodio aún coleaba –no va con segundas– el falso trío del capítulo anterior, aquel acercamiento entre Lola y Carlos en presencia de una semidormida Lucía. Carlos hizo lo mismo que Luis Miguel Dominguín después de aquella noche con Ava Gardner. O sea, ir corriendo a contarlo. El torero escapó en plena noche del hotel. Carlos seguro que pensó en hacer lo mismo, pero como era tarde y en Villa Montaña ya dormían hasta los monos, optó por descansar junto a las dos muchachas y contarlo al alba. Con la primera luz, dijo que hubo besos y que sus dedos se adentraron en cierta íntima parte. Cuando Lola despertó, el rumor todavía estaba allí. Ella primero se lo negó a Lucía. Después quiso hacer lo propio con Carlos, a quien pareció querer convencer de que había vivido un Resines en 'Los Serrano'. Al final se metió en la piscina y, quizá porque las ideas se le refrescaron, decidió darse un baño de realidad: «Hubo un poco de mamoneo y ya. Somos adultos y punto», admitió ante todos y todas. Diego ignoraba este dueto Lola-Carlos cuando pidió una hoguera de confrontación, solicitada por su pareja para «hablar las cosas». «No hay más imágenes para ti porque así lo has solicitado tú», remarcó Sandra Barneda, lo que nos hizo pensar que, de no haber hecho esa solicitud, no acudiría a ese encuentro sumido en la ignorancia, sin saber que su novia se la había pegado con un segundo tentador. Para quien hubo imágenes fue para la propia Lola. Porque hubo hoguera de chicas antes de que ella supiese que Diego había pedido la otra modalidad de fogata. En la tableta vio a su novio besarse con Carla en una hamaca. Los que tuvieron como destino la boca de la tentadora no le molestaron. Fueron los otros, los afectivos, los que le dolieron. «Está siendo cariñoso con ella. El beso en la frente es el beso que él me daba. Solo falta que le dé uno en la nariz», contó entre lágrimas, mientras por su cabeza pasaban los mejores momentos de su relación. «Echo de menos estar en casa con él, con nuestro perro». En esos momentos, Lola se olvidó de lo que había hecho con Carlos. Pero después le volvió la mala conciencia, ya a la mañana siguiente en Villa Montaña. Se mostró muy arrepentida, y dio por hecho de que su novio había visto su encuentro con un segundo tentador. «Le he dañado el orgullo de hombre. Sé que no va a perdonar eso nunca. Si antes lo tenía crudo, ahora lo tengo...». Dio por hecho el final: «Va ser muy duro llegar a mi casa y tener que irme de ella. Despedirme de mi perro». Pero aún quedaba la hoguera de confrontación, gran traca final del episodio de anoche. Lola estaba hecha un lío antes del encuentro. Admitía que sus hechos contradecían sus palabras: «Digo que estoy enamorada, pero después hago lo que hago». Lo que hizo, para situarnos antes de la fogata, es tontear primero con Simone y después con Carlos . Dudó, o eso dijo, hasta el último momento en ir o no a la hoguera. Diego llegó decidido, pero temeroso del futuro. «Pienso mucho en el perro. Es como si fuese un hijo. Cada vez que nos enfadamos se le nota muy triste, y que salgamos de aquí separados también él lo va a notar». Y Lola apareció. Él le ofreció un abrazo. Diego: Te quiero. ¿Me quieres? Lola: Sí. Ella le pidió disculpas. «Lo siento. Por lo mío de las imágenes y eso». «Ya lo hemos visto, todas las imágenes, tranquila», contestó él, que desconocía las relativas al encuentro con Carlos, al falso trío que resultó un dúo. «Yo también la he cagado», tranquilizó él de entrada, restando hierro a sus escarceos con Carla y a los de su chica con Simone. Solo Sandra Barneda sabía que había un elefante en la habitación. Y decidió sacarlo de paseo. Le pidió a él que explicase el motivo por el que había pedido la hoguera de confrontación. Cuando contestó que fue porque la había visto arrepentida y que eso le había «tocado el corazón», ella cayó en la cuenta de que no, de que no había visto todas las imágenes... Y el elefante apareció, en toda su inmensidad: Lola: He hecho cosas peores. Pensé que lo habías visto. Diego: ¿Cómo peores? Lola: Yo pensé que lo habías visto. Diego: No [negando con la cabeza y gesto asombrado]. ¿Pero un beso o...? Lola no contesta. Él gira la cabeza. Y ahí quedo la cosa. La semana que viene sabremos si Diego se irá de la isla con Lola, solo o con otro amor. O bien si decidirá volver a la villa y, ahora sí, culminar con Carla. Lo que Horus ha unido lo podría haber separado Carlos. Ocurra lo que ocurra, ya tenemos frase de la edición. «He hecho cosas peores» es una cumbre insuperable, una frase merecedora del Premio Christofer y («¡¡¡Estefanía!!!») y del Premio Melyssa («Tom Brusse eres un desgraciado»).<blockquote class="twitter-tweet" data-width="550"><p lang="es" dir="ltr">Lola, a Diego: "He hecho cosas peores" <a href="https://twitter.com/hashtag/LaIslaDeLasTentaciones7?src=hash&ref_src=twsrc%5Etfw">#LaIslaDeLasTentaciones7</a> <a href="https://t.co/aRYuaXgbVm">https://t.co/aRYuaXgbVm</a> <a href="https://t.co/gyTuxiwZK7">pic.twitter.com/gyTuxiwZK7</a></p>— La Isla de las Tentaciones (@islatentaciones) <a href="https://twitter.com/islatentaciones/status/1365085890197004288?ref_src=twsrc%5Etfw">February 25, 2021</a></blockquote> <script async src="https://platform.twitter.com/widgets.js" charset="utf-8"></script> Manuel y Lucía: relación quemada para siempre «Me siento bien haciéndolo», confesó Manuel sobre su traición permanente a Lucía, a quien dio un consejo. «Que se olvide de mí». Lo dijo como si ella se hubiese ido a Marte, cuando en realidad está en una villa próxima –lo sabemos por Melyssa– y se le va a encontrar, sí o sí, en el avión de vuelta. En la hoguera de chicos le pasaron imágenes de su aún pareja–tienen una conversación pendiente, de la que esperemos no nos priven– pasándolo bien con algunos tentadores. Hubo algún jueguito con beso incluido. «Parece que se ha liberado. Prefiero eso a verla hundida», analizó con una sonrisa chulesca que lo convierte, definitivamente, en El Malo de 'La isla de las tentaciones 3'. «Esto se ha convertido en un partido de tenis. Vio que yo hacía lo que me daba la gana. Y ella lo está haciendo», analizó. De repente, se le cayó el argumento. O eso pareció a ojos de un observador objetivo. Porque pudo ver a Lucía llorar desconsolada: «Aunque me lo haga, yo no sé lo quiero hacer porque lo quiero», decía la muchacha a sus amigos. No se ablandó Manuel, que equiparó su actitud con la de su aún novia: «Yo me lié con dos y a la mañana siguiente me arrepentí», espetó, obviando que el arrepentimiento le duró diez minutos, que fue lo que tardó en volver a tomar el rebufo de Fiama. Las imágenes que no le pasaron fueron esas en las que Lucía decía sentirse, además de cornuda, apaleada. Apaleada por Carlos: «Me estaba tomando el pelo. Estaba conmigo porque no había otra», concluyó. Porque, además, el susodicho eligió a su mejor amiga en la villa. A ella, a Lola, fue a verla a la habitación, para preguntarle si era cierto lo que andaba contando su ex pretendiente. Primero negó, pero después admitió. Lola le acabó pidiendo perdón en la hoguera de chicas. Le salió así cuando vio a Lucía un tanto hundida al ver los avances de su novio con Fiama. En el caso de Lucía da la impresión de que ya ha llorado todo lo que tenía que llorar. Y que ha quemado los anillos que tenía que quemar. No quiso ver más imágenes. Ojos que no ven, corazón que no siente. El corazón que no siente es el de Manuel, un tipo despiadado. A su regreso a Villa Playa, dejó caer una frase horrible sobre su aún novia: «No era tan tonta como parecía». La da por amortizada: «La he visto llorar y no he sentido nada». «Voy a hacer lo que me dé la gana», acabó anunciando. Como si no lo hubiera hecho desde el minuto uno. Después empezó a achucharse con Fiama y la cosa no fue a más porque ella es tentadora, pero solo un poco, que dirían en 'First Dates'. Él no hubiese frenado. Así estaba, según su propia definición: «Más caliente que el queso de un San Jacobo». Marina y Jesús: ser o no ser «guarrón» El foco estaba sobre Marina y 'El Lobo' desde el principio de esta edición, por el famoso destripe previo en forma de vídeo, pero se está apartando de ellos. No acaban de culminar, o si lo han hecho, no nos lo han mostrado. Los guionistas están estirando más el chicle que Diego sus pectorales. De hecho, uno de los grandes momentos del episodio de ayer fue cuando Jesús fue felicitado por sus cuatro compañeros de villa como si hubiese marcado un gol porque el simple hecho de que no hubo sexo entre su todavía novia y 'El Lobo' en las imágenes que le mostraron en la tableta. Un breve inciso tecnológico. La pasada semana comprobamos que en la isla tienen una televisión tan grande que no cabría en la inmensa mayoría de los pisos de nueva construcción. Nos referimos a ese aparato en el que Diego pudo ver en directo a su novia en la otra villa. Es por ello inexplicable que obliguen a los muchachos y a las muchachas a perder dioptrías al galope cada vez que hay una hoguera. Se da además la circunstancia de que es en ese momento en el que los detalles son imprescindibles, es decir, en el que hay que apreciar si el beso es en la boca o en la mejilla, si el abrazo es cariñoso o tiene vocación sexual, en definitiva, que es fundamental saber si la bola entró o no entró, que diría Manuel. Jesús escuchó a Marina decir que él, su aún novio, le daba asco. La vio romper su foto. «Me duele más esto que verla en la cama», juzgó el muchacho. Con lo de «verla en la cama» se refería a verla en dicha coyuntura con otro. «A ver quién es el guarrón. O yo o ella», reflexionó en voz alta. Ser o no ser guarrón, ésa es la cuestión. Marina la tiene resuelta: «Estoy harta de estar cohibida», espetó en la hoguera de chicas. De regreso a Villa Montaña, 'El Lobo' sorprendió a Marina con uno de esos detalles que uno solo se atreve a perpetrar cuando la relación aún está en fase de cuarentena, como es el caso: le dibujó sobre la cama un «QUE BONITA ERES» elaborado con hojas y un par de flores. Este 'lobo' tiene corazón. A ella le encantó el detalle. Normal, si con los escasos medios que hay en la isla se ha currado un mensaje floral, lo que puede dar de sí este muchacho en la civilización, con un «chino» bien surtido, o un Interflora, a mano. Claudia y Raúl: un drama por un abrazo ¿Qué podemos pensar de un tipo, ya adulto, que acude a 'La isla de las tentaciones', donde la gente va a lo que va, y monta un drama porque, tras varios días de estancia entre macizos, su chica se da un abrazo con uno de ellos? Pues unos, los más benévolos, dirán que es muy sensible. Otros, que estamos ante un blandiblú. Raúl está en la cuerda floja emocional con Claudia. La ve cada vez más lejos, y no solo porque probablemente ayer se dejase una dioptría delante de la tableta. Entornaba la mirada y la fijaba en aquellas imágenes, con objetivo de no perderse detalle. Tarea complicada, puesto que además las secuencias más calientes de Claudia eran nocturnas, con el tentador Toni en la piscina. «Tengo mil planes en el futuro con ella. Y la estoy viendo demasiada bien con ese chico. La estoy viendo como si estuviese conmigo», dijo el canario antes de ponerse a llorar. De repente, ojo avizor, otra dioptría más, ella (Claudia) y él (Toni) se aproximaron. Se abrazaron y... ¿Y? ¿Solo eso? ¿Algo más? ¿Hubo beso? Raúl dudó. «¿Abrazo?», preguntó. «Sí», le respondieron. Pero ni así se quedó tranquilo. «Se le está yendo la olla. Y me siento como el culo», analizó. Así se sintió también en ella, cuando vio en la tableta como él decía que se iba a plantear tener algo con la tentadora Lara. Claudia arrancó a llorar, y quiso aclarar, de una vez por todas, sus sentimientos. «Hemos tenido una conexión fuerte. Pero no estoy enamorada de Toni. Estoy enamorada de Raúl. Siempre tengo a Raúl en mente», detalló. Lara y Hugo: todo en orden No hubo imágenes para Hugo. Ni una. Él, que iba con «unos nervios de carallo» a la hoguera de chicos, se fue «tranquilo como Amancio», que es algo que se dice en su Galicia natal cuando alguien está relajado. «Quiero creer que ella no se lió con nadie, ni se acostó con nadie», pensó en voz alta, y a Sandra Barneda le faltó poco para asentir, porque ve sufrir por amor a Hugo y se nota que se le enternece el corazón. Para ella sí hubo imágenes. En ellas se veía a Hugo, su Hugo, pasándolo bien con las chicas, pero sin traspasar ninguna línea roja. Reconoció que de haber contemplado esas escenas en los primeros días de programa, habría montado en cólera. Pero esa era otra Lara, la que no jugueteaba con Rubén. «Yo antes era muy celosa». Ya no. «Sé que en eso no hay nada malo», dijo sobre los divertimentos de su novio. O todo se tuerce mucho, o la Cofradía de la Fidelidad tiene a dos costaleros en Lara y Hugo. Por ellos ponemos la mano en el fuego sin temor de acabar como Rosito (en paz descanse).
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