«La mujer sin nombre que sin embargo tuvo demasiados. El mayor misterio de la literatura española». Con estas palabras se refiere Vanessa Montfort a María Lejárraga en su novela titulada, precisamente, «La mujer sin nombre» (Plaza & Janés). En ella la novelista barcelonesa indaga en un personaje que le fascinó cuando escribió, hace tres años, la obra teatral «Firmado Lejárraga». «Me dejé muchas cosas en el tintero; para escribir la función me sumergí tanto en su vida, en su entorno, que quedaba todavía mucho que decir sobre ella». La novela no abandona del todo el mundo del teatro, ya que se relata el viaje a través de la vida de María Lejárraga que realiza una directora teatral, Noelia Cid, cuando le encargan montar «Sortilegio», una obra perdida de Gregorio Martínez Sierra. Bajo la sombra, precisamente, de este autor, con el que se casó en 1900, estuvo buena parte de su vida María de la O Lejárraga García, escritora y feminista nacida en 1874 en la localidad riojana de San Millán de la Cogolla. Hoy en día es indudable que ella fue en realidad la autora de buena parte de los libros que firmó su marido. «Hay gente, académicos incluso, que siguen defendiendo que fueron coautores. Quienes lo ponen en cuestión lo hacen porque no entienden el concepto de autoría; dar ideas no es ser autor, pero es que además no creo que Martínez Sierra diera ninguna». En el caso de «La mujer sin nombre», puede hablarse casi de «novela documental». Confiesa Vanessa Montfort que el trabajo de investigación para un libro le atrae tanto o más como la escritura misma. «Me encanta; incluso hay casos, como el de esta novela, en que me documento de más». ¿Por qué ha empleado este género, entonces? «Es una disciplina -se justifica la autora- donde me he podido mover con mayor libertad; dentro de la ficción se cuentan muchas realidades. Y me ha permitido también, por otra parte, expresarme con subjetividad, contar a mi manera una cuestión tan delirante como que renunciara a la autoría. María Lejárraga me lleva en esta novela a una serie de nombres totémicos a los que de este modo puedo «humanizar» y mostrar a través de sus dramas personales: Falla, Stravinski, Lorca, Clara Campoamor, La Pasionaria... Una novela me permite indagar en su mundo, y recorrer el siglo XX a través de la mirada de sus grandes creadores». María Lejárraga se separó de Martínez Sierra a principios de los años veinte por la relación que él mantenía con la actriz Catalina Bárcena. A pesar de ello, mantuvo en la firma de sus obras el apellido de su marido: María Martínez Sierra. «Entiendo que no lo hiciera, aunque hoy en día nos cueste comprenderla -explica Vanessa Montfort-. Había dedicado demasiados años a la «marca» y era consciente de que si firmara con su verdadero nombre le sería mucho más difícil publicar. Hay que tener en cuenta que ella tenía ya 65 años cuando se exilió en América (murió en Buenos Aires el 28 de junio de 1974, con 99 años). María Martínez Sierra era, en realidad, su seudónimo, y siguió empleándolo incluso después de la muerte de Gregorio, en 1947. Ella sabía que su obras podían llegar más allá». Desde 1930, añade la novelista, «María tenía además un documento privado en el que Gregorio reconocía la coautoría de María, pero seguía reclamando para sí mismo los derechos de las obras. Pero al no mencionarla posteriormente en su testamento y haber una heredera (Catalinita) les cuesta ponerse de acuerdo. Hay cartas en que María se queja de que Catalinita no respeta el acuerdo al que María llegó con Gregorio». Tumba en la Chacarita Hay algo que desvela «La mujer sin nombre»: el hallazgo en el Cementerio de la Chacarita de la tumba de este «escurridizo personaje». La descubrió la investigadora Alda Blanco hace apenas dos años; los investigadores daban por hecho que fue enterrada allí, pero no la habían encontrado. Con este descubrimiento arranca la novela. «María Lejárraga no es una mujer invisibilizada más -concluye Vanessa Montfort-; es un símbolo. Es el misterio más importante de la literatura española. Por eso me parece importante dar a conocer el nombre de una autora que debería ser estudiada como referente».
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