Digan lo que quieran los abuelos cebolletas que se entregan al ternurismo de las efemérides, España es hoy un vivero de odios, una triste «disociedad» que sólo puede aspirar a una hórrida «coexistencia». Y de ello es responsable principalísima la Constitución de 1978, que destruyó el consenso social, a cambio de instaurar un malhadado «consenso político». Consenso social -nos explica el maestro Dalmacio Negro- es el acuerdo, conformidad o coincidencia espontánea, no artificial sino natural, consolidado por los siglos, entre los miembros de una comunidad. Se articula en torno a unos principios compartidos que hacen posible la convivencia; y, allá donde hay este consenso social, lo propio del orden político es la discusión sobre la metodología más adecuada para fortalecerlo....
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