Lideró a una liga de hombres extraordinarios, redujo a más villanos que Daniel Craig y, aún sin poder reinar, fue el rey de los ladrones. Casi nadie pudo matarlo, carisma al frente e imponente físico, herencia de su pasado como culturista. Al Capone, molesto con el tipo del bigote y su banda de intocables, lo sentenció enviando a su caza al matón Nitti en la cinta de Brian de Palma, pero en la vida real Sean Connery dijo basta cuando otro mafioso intentó presentarle batalla. Ni agente 007 ni capitán de un submarino soviético, fue el de un periodista su papel más peligroso. Connery, que terminó sucumbiendo al paso del tiempo, ese que llevaba décadas intentando cincelarlo sin éxito, se enfrentó a Johnny Stompanato cuando este irrumpió en el rodaje del melodrama «Brumas de inquietud». Quería el gánster atar en corto a su novia, la actriz Lana Turner, que entre toma y toma mataba el tiempo coqueteando con el mejor James Bond de la historia. Sean Connery Los celos del mafioso hicieron el resto. Irrumpió en el plató londinense donde grababan la película, dirigida por Lewis Allen, y no se le ocurrió nada mejor que apuntar con un pistola al metro noventa de Connery, como si un arma de fuego bastara para reducir a ese Sir casi sin pelo. Imperturbable, Sean Connery domeñó al ajeno, propinándole un buen golpe que le quitó las ganas de todo al posesivo novio de Turner. Al menos en ese momento. No se volvió a ver al mafioso por los alrededores, pero el encontronazo dejó a Connery maltrecho. De hecho, la cuerda se tensó tanto que el actor escocés, que nunca huía de nada, se vio obligado a abandonar Londres, coaccionado por las constantes amenazas del gánster y el séquito de su jefe, el capo Mickey Cohen. Con el matón no volvió a verse las caras, temeroso quizás de volver a probar el suelo. Se contentó Stompanato con hacérselas pagar a Lana Turner, a quien maltrataba constantemente, sin importar que Cheryl, la hija menor de la protagonista de «El cartero siempre llama dos veces», estuviera delante y presenciara los abusos. Tras descubrir sus vínculos con el hampa, la «chica del suéter» intentó finalizar su relación con el mafioso, lo que propició una nueva discusión entre ambos. «Lo harás o te rajo», le amenazó Stompanato. La pequeña Cheryl, escondida hasta el momento, corrió a la cocina y asestó una puñalada mortal al matón, hiriéndole fatalmente en el vientre. El escándalo sacudió Hollywood. Algunos señalaron a Cheryl como culpable, acusándola de matar a Stompanato por celos. Lana Turner siempre la defendió, quizás en el mejor papel de su carrera. El veredicto, ajeno al ruido mediático y las escabrosas habladurías, eximió a la menor: «Homicidio justificado». Sean Connery, quizás necesitado de un respiro, transitó al cine de aventuras y se enfrascó un año después del incidente en la familiar «Darby O'Gill y el Rey de los duendes». Poco le duró la tregua, y, apenas tres años después, decidió combatir el crimen como el agente 007, convertido a la postre en el más icónico James Bond de la Historia del Cine.
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