La vuelta al cole debe ser coordinada y segura o no será. Es lo que piensa al unísono la comunidad educativa, conformada por los padres en las asociaciones o AMPAS, los docentes y el alumnado, pero también el personal de limpieza y comedores, monitores y conserjes que velan por la seguridad del protocolo antiCovid que se vaya a aplicar en cada centro. Algunos de los 27.000 colegios e institutos que hay en el país no han esperado a las ideas de las instituciones y han preferido combinar sus fórmulas llenas de ingenio y creatividad con las imposiciones generales de más arriba. La iniciativa propia brilla en dos centros gallegos. En el CEIP Santo Tomé de Cambados (Pontevedra), su director, Manuel Felpeto, no se atribuye más mérito en su ecuación contra el coronavirus que el de la «precocidad». Felpeto concede al tiempo un valor adicional: «Presentamos las medidas el 8 de agosto, con un mes de tiempo para que todo el mundo tuviera claro qué hacer», dice a ABC este director al esbozar el plan de actuación que contiene desde lo «básico», como distanciar 1,5 metros los pupitres, hasta un semáforo colocado en la pared de los baños (hay un sanitario por cada cuatro aulas) donde se indicará con el convencional verde o rojo si hay un ocupante. No se podrá compartir y los designados como grupos de convivencia estable o «burbuja» no se mezclarán, ni en el recreo, compartimentado en seis estancias diferentes, ni en las zonas comunes del colegio. Como curiosidad, en los dos baños que hay en el área lúdica el profesor encargado dará una tarjeta al niño que tenga permiso para ir al sanitario. El Santo Tomé tiene 388 alumnos y 31 profesores. Los carteles avisando de las medidas higiénicas que deben seguir los niños trufan los colegios - EFE Gracias a no haber esperado al esprint final, «se han podido incorporar algunas aportaciones de los padres, definitivas y que se nos habían pasado por alto», reconoce Felpeto; entre ellas, la de que solo un adulto acceda a la zona exterior de recogida del alumno. En el plan del Santo Tomé no falta el aula de contingencia para que el niño con síntomas pueda aislarse del resto hasta conocer si está infectado. «Aun así, todos vamos tarde», rezonga Felpeto. Cree que «cada colegio va a estar supeditado a la situación epidemiológica concreta, en este caso, del municipio de Cambados». La Xunta de Galicia tomó al colegio pontevedrés como modelo ejemplar para esta inminente apertura de curso. Los padres cogen el timón También se pusieron a trabajar muy pronto los padres del Pío XII de Santiago de Compostela, el más numeroso de los 13 de la capital gallega, con 675 escolares. El AMPA que preside Diego Aragunde ha aprovechado el superávit en las cuentas de otros años para invertir en mamparas protectoras y contratar a 17 monitores. Por descontado queda que la higiene cobra el mayor protagonismo en el retorno a las aulas, por lo que el centro se llena de dispensadores de gel. Además, se ha preparado un calendario escindido en dos turnos tanto para la entrada y la salida (a diferentes horas, 8.50 y a las 9.10 para entrar, y a las 13.50 y 14.10 la salida), como para el comedor y las actividades extraescolares, todas gestionadas por el AMPA. Se asigna a cada escolar una plaza fija y se tomará la temperatura antes de entrar a comer. Quien tenga fiebre no podrá hacerlo. Como en Taiwán, el colegio más madrugador del país en la instalación de mamparas protectoras de metacrilato en forma de «U» fue el único colegio que hay en el municipio de El Rubio, al sur de la provincia de Sevilla. El Carmen Borrego individualiza el pupitre de cada uno de sus 250 alumnos gracias a la reinversión del dinero de las fiestas municipales, que al no celebrarse, no se gastó. Aquí confían en que esta prevención sea el mejor refuerzo para el arranque del curso y evite todo contacto entre alumno y profesor. Entre las fórmulas buscadas por los colegios, llama la atención que la clave para muchos ha sido la redistribución de espacios y personal para satisfacer las necesidades a que obliga el patógeno. En varios centros valencianos, las capillas, los gimnasios, salones de actos, bibliotecas y hasta pasillos se han reconvertido en aulas y comedores o «espacios Covid». Se reorganizan de forma creativa en el Pío XII de Valencia, donde la capilla será el curso 2020-21 un aula llena de vida. Su director, Miguel Ángel Mora, aclaró a Efe que se ha instalado una cortina que se cierra para que el altar y las imágenes queden detrás, por lo que «no ha sido necesario quitarlos». El colegio Pío XII de Valencia ha reconvertido la capilla en un aula - EFE Mientras, en la capital del país, hay una guardería privada, la escuela infantil de Valdebebitos en Valdebebas, que recibirá el 1 de septiembre a sus 103 niños inscritos. El padre de una de ellas, Víctor Liu, y la directora del centro, Mary Gómez, se han aliado para llevar a la puerta del centro a «Bito», un androide capaz de revisar el estado de salud en tres segundos. La adquisición hace, cómo no, las delicias de los más pequeños que ven un juego más en eso de sacar la lengua y mirar a los ojos de la cámara del robot para que éste extraiga en su pequeña pantalla la temperatura, el estado de la garganta y otra sintomatología propia del Covid. El menor con 37,2 grados o más no podrá pasar el día en la guardería y se llamará al progenitor. Un robot como «mascota» La directora detalla a este diario que la iniciativa partió de Víctor, conocedor del buen funcionamiento que estos robots procuran a 30.000 escuelas infantiles en China desde el año pasado. Es un aliado más contra el Covid, y la directora vislumbra que, en un futuro, superada la pandemia, se reprograme para multitud de tareas. «Será como la mascota de los niños», dice Gómez. Esta original arma contra la nueva enfermedad cuesta unos 5.700 euros. Como oro en paño protegen también a los estudiantes del colegio de Educación Especial Jean Piaget de Zaragoza, donde las exigencias de la pandemia han obligado a introducir muchos cambios, pero, tal y como adelantó su director Jesús Fredes, ya tienen todo preparado para recibir con garantías a cada estudiante. Aquí, los grupos estables serán de seis alumnos, siempre los mismos, que tienen asignada un aula concreta, un baño y un espacio en el patio del colegio. La novedad del colegio aragonés es que ha hecho pedagogía del desastre. Se implantará un método japonés que parte de que es bueno que sean ellos quienes limpien y mejoren sus capacidades. Así, la comida se les trasladará en bandejas aisladas y después, colectivamente, limpiarán su espacio y el aula. Aprendizaje adaptado a los nuevos tiempos; eso es, en síntesis, la escuela. Un semáforo al entrar al baño indicará si está libre o no para el alumno del colegio Santo Tomé de Cambados, en Pontevedra - CEDIDA POR EL CEIP SANTO TOMÉ
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